lunes, 21 de junio de 2010

Pasos

Al despertar siento ruido afuera. Voy de inmediato hacia la ventana. Me asomo y veo a un tipo que corriendo desaforadamente dobla en la esquina, mientras se escuchan unos extraños ruidos de tambores a la distancia. Encontré un mejor ángulo para mirar entre las protecciones. Mi casa esta llena de ellas. Son tantos los atracos en el barrio, sumados al miedo que de alguna u otra manera te traspasan los vecinos, que hice necesario el transformar mi hogar en una fortaleza.
El portón está cerrado y ningún alma más en la calle. Pienso que es algún vecino jugando con su hijo ¿Pero con este clima? ¿Con tanto frío? Vuelvo a lo mío y mientras me estiro observo mi taza de té que está vacía. Voy por una. Al pasar frente al televisor veo que está encendido en un programa de cultura, donde unos africanos realizan un ritual, bailando entre música de tambores, con una serie de gritos y rezos en su dialecto. Al llegar a la cocina echo agua en el hervidor y lo enciendo.
Voy nuevamente a la pieza. Me dispongo a tomar el té tranquilamente y así, hacerme de fuerzas para trabajar en el proyecto que tengo que entregar el lunes. En el televisor está una mujer negra, moviendo su cuerpo de manera extraña, con temblores y saltos, mientras que un círculo de varios hombres le va reduciendo su espacio. Sus ojos en blanco y una extraña voz gruesa sobresale a todo ese ruido infernal.
Decido cambiar el canal cuando siento pasos que provienen del comedor. Voy hacia allá y no encuentro nada. Me asusto al escuchar el teléfono. No alcanzo a contestar, cuando los pasos se sienten en la cocina. Llego. Nada. Reviso las puertas del primer piso, todas con llaves, incluso las de seguridad que cuentan con cadenas y candados. Las ventanas todas cerradas, sin embargo, me tomo el tiempo necesario para asegurarme de ello. Ahora los pasos provienen desde afuera, como si alguien estuviese corriendo. Me asomo por la ventana del dormitorio y el mismo tipo doblando la esquina. Nuevamente no logro saber qué vecino es. Me recuesto en la cama. Tomo mi taza, está helada, la dejo a un costado. Me da frío. Cojo el chaleco y me abrigo. La mujer africana se encuentra en el piso, arrastrándose con dificultad. Intenta romper el círculo de hombres que la rodea. Golpea débilmente las piernas azabaches no logrando quitarlas. El ruido de los tambores. El oscuro círculo que comienza a dar firmes pisadas en el suelo. El locutor susurra que en estos instantes la mujer comienza a desdoblarse ¿Realmente uno puede realizarlo? ¿Cómo será aquello? Espero… La mujer que da unos giros en el piso, retorciéndose de dolor, gimiendo. El ruido de los tambores que aumenta. Nuevamente fuertes pisadas en el comedor me interrumpen. Me levanto rápido pero los ruidos cesan al llegar. Ahora sólo se oyen los tambores del televisor. Camino lento por el comedor en todas direcciones. En forma repentina comienzo a pisar muy fuerte tanto así que logro opacar los tambores. Me detengo. Escucho otros pasos esta vez en la escalera ¿La están subiendo? Miro las posibles partes por donde pudiese entrar alguien. Todo herméticamente cerrado. Aquí no hay nadie más que yo, de eso estoy seguro. A los pies de la escalera tomo un palo que guardo en caso de emergencia. Llego al segundo piso. Todo normal. Las ventanas cerradas, las piezas también ¿Estarán dentro de ellas? Entro a la primera, nada. Entro a la segunda, nada. Me asomo por la ventana que da hacia la calle y ningún alma. Escucho gritos que vienen desde el primer piso. Corro hacia las escaleras y fuertemente piso los escalones para asustarlos ¿De dónde provienen esos gritos? Llego a la pieza. La mujer negra que chilla mientras los tambores siguen retumbando. Apago el televisor.
Veo mi taza. Deseo otro té. No alcanzo a cogerla cuando nuevamente pasos que provienen desde todos lados; todo tipo de pisadas. Despacio, fuertes, rápidas como si estuviesen corriendo, suben y bajan escaleras, también en los dormitorios de arriba, en la escala. Voy al encuentro. Cada vez que me asomo en algún lugar el ruido cesa. Pero basta que lo abandone o pierda el contacto visual para que nuevamente aparezca. Subo al segundo piso, corro la persiana de unos de los dormitorios. La calle vacía. Corro en todas direcciones. Estoy en todos los lados a la vez. A veces entro despacio al lugar y rápidamente me cambio a otro. Me asomo de nuevo por la ventana del segundo piso pero la calle continúa vacía. Siento que alguien corre la persiana del dormitorio de abajo. Vuelo hacia allá. La cortina está intacta. Me asomo por la ventana y a través de las protecciones veo a un hombre corriendo, doblando la esquina. Reconozco mi chaleco.

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