martes, 18 de mayo de 2010

Bucéfalo

Mi trabajo en el hipódromo tiene de todo un poco, no obstante, el cuidar de caballos se ha convertido en algo vital, al sentirme parte de este hermoso linaje.
Hoy me toca sacar a Bucéfalo a dar unas vueltas, que es el fina sangre favorito de mi patrón. Después de peinarlo, con suficiente tiempo para admirar su increíble estilo, le ajusto la montura. En la pista, comenzamos con unos trotes cortos. Voy sintiendo su fuerte respiración, y la mía se va fundiendo, lentamente, a la de él. Cada pequeño salto, lo percibo como propio, y el viento nos mueve la cabellera, exponiendo nuestro poderío...

La velocidad aumenta, las fuertes pisadas se incrustan en la arena, y cautelosamente encorvo mi cuerpo hacia adelante. Termino abrazando su negro cuello para percibir su calor, y mi cabeza casi junto a la de él, me hace sentir que vamos a la par liderando la carrera.

La corrida se hace más especial en una de las curvas, cuando paso frente al kiosco de mi hermosa Javiera. Ella, cada vez que estoy cerca, se sonríe con picardía y mueve su mano alentándome. Yo le respondo realizando alguna gracia, como frenándome en forma repentina, o simplemente alzando mi vista al horizonte y a paso firme dar las mejores trancadas.

Ya casi al terminar la última vuelta, llama mi atención coqueteando descaradamente, al bajar su escote y mostrarme su hermoso y blanco pecho, que toca con sus delgados dedos para incitar el placer.

Me acerco haciendo un rodeo, hasta llegar a su lado, pero se aleja, cautelosa de que la siga, hacia la parte de atrás del negocio.

A estas alturas el ardor nos quemaba. La tomo por la cintura y comenzamos con un desesperado beso, para terminar en el suelo. En un hermoso giro me monta, y empieza a menearse. Mis manos recorrían su ingle hasta sus pechos, amasándolos. Mientras más los apretaba, se mecía con mayor fuerza, sujetándose de mi cabello. Su respiración abrasa mi rostro y sus uñas se impregnan en mis costillas, haciéndome gemir como el gran animal que soy.

Pasa su lengua húmeda sobre la mía, y luego, se levanta, provocando que la siga nuevamente. Sacudo mi cabeza para darle a entender que estoy listo. En su avance mueve el cuerpo de manera sensual, de un lado para el otro. Apoya las manos en una cerca y levanta su falda, dejándose ver los muslos. Comienzo a relinchar, y a paso firme me abalanzo sobre ella, con tanta desesperación, que a ratos le clavo los dientes, y me responde con un par de patadas que esquivo, y otra vez que arremeto por su espalda, para comenzar una nueva ejecución.

Nos movemos con todo. Mientras mas fuerza hago, relincha sin cesar. Sus ancas firmes me permiten poder cargar todo mi cuerpo sobre ella, y sentir la transpiración de su dorso que se impregna con la de mi pecho. Damos unos pequeños saltos, hasta alcanzar el éxtasis de nuestro deseo.

Paso mi nariz sobre su cuello, y siento su calor. Me contempla por un buen rato, y luego, acaricia sus hermosas orejas por mi cara.

Doy unos trotes cortos, y me voy hacia un costado de la pista, donde me espera mi cuidador. Damos una vuelta más, para volver a la calma y llegar al sector de baño. Mientras me asea, nuestras miradas cómplices coronan el momento vivido. Una vez que termina con el cepillo, caminamos juntos por los solitarios pasillos del establo hasta llegar a mi lugar. Allí, acaricia suavemente mi frente delatando su cariño. Ya quisiera que fuese mañana, para volver a pasar frente a aquel kiosco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario